miércoles, 9 de septiembre de 2009

Duelo


En estos dias que le doy tantas vueltas a la cabeza, me he acordado de un libro que me encanta y que leo y releo con bastante asiduidad: "Cartas para Claudia" de Joge Bucay. Una de las cartas está dedicada al DUELO y me encanta porque como bien explica, es una situación que tenemos que pasar tras una pérdida (sea del tipo que sea) para poder seguir adelante. Por eso hoy me gustaria que tambien vosotros pudierais leerla. Dice así:



Así es, cariño.

Tambien dejar una casa implica un duelo.
La palabra duelo, etimológicamente, está relacionada con el concepto de dolor; consiste en la elaboración que realizo internamente cada vez que me separo de alguien o de algo. Cuanto yo haya querido a ese algo determinará la intensidad y duración de ese duelo, pero no su existencia.
Siempre hay un duelo por el que pasar después de una separación.
Nuestra educación conspira contra la elaboración y aceptación de nuestros duelos.
Recuerda los mensajes de nuestros padres y maestros antes nuestras pérdidas infantiles: " Bueno, ya ha pasado...", "¡Básta ya de llorar!", "No era tan importante", "Ya tendrás otro", "No pienses en eso", etc.
Tememos el duelo.
El dolor aparece como una terrible amenaza a nuestra integridad.
Y entonces, nos defendemos.

El intento más común es no comprometerse afectivamente con nada ni nadie (o lo menos posibles o con los menos posibles), en la fantasíade que "si no quiero nada ni a nadie, no me dolerá perder algo o alguien".

Aviso:

NO FUNCIONA

No solo no funciona porque este razonamiento impide la vida comprometida, el contacto y la intimidad, sino además porque, como te dije, el duelo no depende de cuánto queramos aquello que hemos perdido.

El segundo intento es más terrible aún. Consiste en la velada decisión de no separase NUNCA de NADA. Así acumulo cosas y relaciones que no finalizan jamás, que no se renuevan, que permanecen estáticas.

[...]

Por supuesto que en las relaciones humanas nuestros semejantes han encontrado infinitas variantes sutiles de este modelo de no soltar nada, y muchos aconsejan tomar distancia de las cosas y las personas, en lugar de separarse (hasta no estar seguro...).
Este modelo es bien conocido por aquellas parejas que no resisten la idea de separarse y tampoco pueden permanecer unidos. Entonces "dicen" que se separan.
El "dicen" significa que esto es sólo aparente. En realidad, se siguen viendo tanto o más que antes; están pendientes de lo que el otro hace, dice, piensa, quiere. Y, en muchos casos, salen juntos, terminan la noche en la cama, haciendo el amor más frecuentemente que antes de "separarse".
El objetivo es claro: no vivir el duelo que implicaría una separación.

[...]

Existe, por último, un tercer mecanismo para huir de los duelos,que es, simplemente, negarlos.
Esta situación de pérdida, de separación, de muerte, no existe.

"Esto que perdí, en algún lugar está y yo lo voy a encontrar."

O...

"Él está muy confundido, volverá a mí."

O...

"Alguien le está llenando la cabeza, pero no lo dice en serio."

O...

"Sólo su cuerpo ha muerto, su espíritu sigue conmigo..."

En esta última odiosa conducta evitadora, muchas veces mis propios colegas contribuyen a la negación.

Lo hacen con la desvalorización de la pérdida.
Lo hacen cuando presionan para abortar el proceso.
Y, fundamentalmente, lo hacen cuando, en medio de un duelo normal, sensato, previsible y sano, medican con antidepresivos a un paciente "para que salga de la crisis...".
Estas conductas negadoras postergan el duelo, pero no consiguen evitarlo.

Me importa vivir con toda plenitud los duelos por mis pérdidas, por mis cambios, por mis muertes.

Si no me puedo separar de aquello que hoy no está conmigo, no podré encontrarme libre para vincularme con lo que en este momento sí está aquí conmigo.

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